lunes, mayo 22, 2006

En la cama con Angustia

Estamos en una casa frente al mediterráneo y el planeta se ha vuelto loco. Su rotación está siendo alterada por alguna causa desconocida y la consecuencia se traduce en cambios de temperatura y luz solar. La sensación es como estar en una noria. Subes lentamente y bajas rápido con vértigo en la boca del estómago. Todo es de un color naranja enrojecido y violento. Veo dos cruceros que pasan por delante de casa, para enfilarse cuando llegan a mi altura, mar adentro, rumbo al este brumoso y profundo. Estoy con mi familia y otras personas que no logro identificar. Debe ser un día de fiesta. Un domingo de verano. El agua azul turquesa del mar se vuelve repentinamente turbia, marrón, gelatinosa. Unas bestias saltan a lo lejos como un banco de sardinas atacado por un depredador hambriento y se acercan a la playa amanazantes. Son descomunales con espaldas plateadas y brillantes. Los cuerpos al golpear el agua, producen un sonido atronador. Es una pulsión rítmica, de ondas graves que retumban con fuerza en el interior del oído. Miedo. Hay que cerrar las ventanas y las puertas. Otras figuras nadan hacia nosotros. Son osos blancos. Mi madre está ordenando que no salga nadie. En esta vivienda tenemos que hacer las necesidades en la parte de atras, cruzando un patio a cielo abierto. Ahora ya no podremos salir. Me encargo de pasar los pestillos cuando tengo esos animales en la misma puerta. Realizo esta operación con premura, no pueden entrar. Escucho golpes y jadeos. Ansiedad. Traspiro copiosamente. Siento como invaden todo. Es como una manada de toros desbocada que se dirige hacia mi. Estoy aterrado y pienso en el instante siguiente. Necesito respirar. Ahora todo rastro de luz ha desaparecido. Hay una absoluta oscuridad aquí dentro y estoy despierto con la mente lúcida. El no saber que tengo alrededor me asusta. No me siento protegido en esta casa. Peor sería haberse quedado en plena calle. Las fieras ya me habrían devorado. Me pregunto como vamos a organizarnos para ir al baño. En todo este espacio de tiempo que ha trascurrido permanezco solo. Viene una mujer menuda hacia la sala. Hay unas cabinas, como los aseos de un local, pero sin puerta, solo las paredes laterales desnudas. Levanta su falda y se agacha sin pudor ante mi presencia. Está dándome la espalda y su vagina parece vaya a engullirme. En el sueño aparece como una boca, una caverna húmeda. Sale de aquel molusco un torrente de orín que salpica el suelo y lo inunda. Tengo que salir de aquí.

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