domingo, septiembre 05, 2010

Los cuarenta de josemesa.es


En una terraza de nombre Terraza, en la plaza Doctor Marañon, hemos celebrado el cuarenta cumpleaños de josemesa.es

En una noche cálida y agradable del comienzo de septiembre, hemos asistido a un ágape protagonizado por gente muy especial.

El señor de las cuatro décadas sumergido en un traje nocturno y elegante, digno de un festejo tal. Anfitrión perfecto que no descuidó detalle y nos agasajó con una mesa plena de afecto, amenizada por una selección de su música favorita. Alienante.

Llegamos con una caja preparada con esmero, amor y sólo pensada para él; no contaré qué tiene la caja, mejor miras el vídeo y te enteras de lo que quisimos regalarle.

Majo, Majito, La Majo, hermosa, sencilla, amable, abrazadora, también se había preparado para el evento, sólo le queda una deuda por pagar y es cumplir la promesa que le hizo al cumpleañero: ponerse los zapatos con diamantes, pero estaba esplendorosa de todas maneras. Su rubio y lacio flequillo tapando medio frontal, siempre en su sitio y preparado en todo momento para poder hacer su media mirada fatal.

Row "fiftin", nos fotografiaba, después de acabar de leer el manga de seis euros. Los flashes sobre el cristal de las obras de Josemesa.es, expuestos en las paredes de la cafetería, pintando todo de glamour y magia.

Max caminaba entre la búsqueda del amor y el juego creativo. Transitaba entre dos mundos: entraba en el baño de la cafetería y se modelaba la cresta con agua para deslumbrar a dos niñas que lo esperaban en el bar vecino, a la vez que construía platillos voladores y mancuernas con platos y vasos descartables.

Máximo, silencioso, observador, delicado, sensible. Su mirada se perdía en las estrellas y su alma, mientras tanto, escribía un poema. Me guardo su crítica sobre mi actuación en el corazón: ESTREMECEDOR.

Maica, dulce y sonrojada, tarareaba las canciones elegidas por el del cuatro-cero, mientras detrás de la barra, hacía mojitos y cocktails deliciosos de lima y azul y escarchadas infusiones de frutos del bosque.

Mi compañero de masajes, del que, con mucha vergüenza lo digo, no recuerdo el nombre, animó la fiesta con un compás charlatán y sin silencios. Nos paseó por el maravilloso mundo de la China, nos mostró su espíritu curioso y divertido y nos dejó ver, sobre todo, que también es una persona especial.

Y Flash, solidario, atento, niño, hombre, participó en la fiesta un poco más alejado esta vez porque colaboraba con Maica, llevando las copas a los que venían a sentarse en la terrasa de fuera. Nos faltó un truco de magia, pero eso es bueno, porque volveremos por más.

Nostalgias, así se llama el tango que le canté al rubio que sopló las velitas de una tarta hecha por el mismo con dulce de castañas y chocolate con crocante de almendras, salió bien, lo canté con el corazón. Mi Xavito hizo de gancho codificado para que cante, el sabe que me gusta hacerlo y colabora con mi irreverente parte histriónica para que la alimente y no me quede con las ganas.

Terminamos con una gloriosa poesía que Máximo escribió, inspirado por Edith Piaf. Largo, brillante y penetrante poema que le puso la cereza a esa tarta con cuarenta velas que nos iluminaron una noche más.


viernes, septiembre 03, 2010

Y me llaman aguafiestas!!!!

Anoche, en una mesa de caballetes y tablones sumergidos en el pequeño trozo de Costa Rica que tiene mi amiga, en su casa de Eslida, he sentido la necesidad de sacar un billete destino a "Mi refugio".

Entre cocas de cebolla, tomate, chuletas de cordero asadas por otro amigo transpirado y anfitrión, y una pizza amasada por mis dedos esponjosos y abuelezcos, hemos tenido un momento tenso con mis amigos, esos que yo elegí por variados y precisos motivos.

No haré hincapié, en este caso, en el tema de la pizza porque merece un post aparte.

En esta época del año, son fiestas en casi todos los pueblos de Castellón, por lo tanto en Eslida también festejan. Esos festejos a mí me son bastante indiferentes; y el que tenga un poco de empatía lo podrá comprender. Nací en Argentina, tengo cuarenta y un floridos años y he llegado a Castellón apenas hace ocho. No digo más.

El caso es que después de cenar, jugando a adivinar películas, relatar alguna que nos hizo disfrutar como "MAry & Max", degollar una sandía roja, madura y tentadora, mi amigo dijo que debíamos votar.

Momento democrático en la mesa, pero claro, la democracia comienza por analizar qué es lo que voy a votar. Por eso, me adelanté a colar un inciso en tal importante elección y me atreví:

_ Quiero precisar que si la votación consiste en quién quiere ver al toro embolado yo no participo porque estoy totalmente en contra de ese tipo de "espectáculos".

Lo más destacable es que justamente fui tan osada para que ellos decidieran libremente, sin mi participación, ya que mi forma de pensar, en este aspecto subrayo, es muy diferente, que no superior a la de ellos.

Puedo votar un sitio donde ir a comer, puedo votar qué película ver, qué libro comprar, qué playa elegir, qué vino tomar; pero elegir entre toros o verbena al lado de toros es invotable para mí. Lo comparo con una elección tal como "¿verbena o ver como embolan al abuelo?". Soy intolerante con eso, no puedo evitarlo. Son seres vivos, no quiero jugar con su dignidad ni su integridad física.

Supongo que mis amigos me han entendido, al menos eso espero. Quisiera no ser sacudida por estos momentos. Me veo con un par de bolas de fuego en mi cabeza y gente alrededor ridiculizándome, agobiándome y sacándome de mi playa para llevarme al Empire State e internarme en un estudio del piso 83.

No sé si habré sido gráfica, lo que no quisiera es parecer violenta.

Finalmente seguimos charlando bajo una noche calurosa o acalorada, y la pregunta que aún no les hice, pero no faltará oportunidad es: ¿habrán empatizado con el torito?, ¿les habré amargado la ilusión?, ¿Esperarán al próximo embolado para ir a verlo?.

A mis amigos les adeudo la ternura decía Alberto Cortés con una voz firme y decidida. Yo digo lo mismo. Los quiero.

miércoles, septiembre 01, 2010

Mediodía marino


Sobre piedras blancas que aún no están del todo preparadas para mi espalda, escribo, mientras en mi Iphone suena "Got to be more careful" por Jon Cleary and the absolute monster.

Xavito se ha ido a brazada rápida hasta el muro. Lo espero, lo cuido.

Hay una mezcla de rastas y aroma a coco factor 50 en esta playa. Veo mi reflejo en las gafas que he dejado tiradas en el bolso de lona fucsia que me regaló Merchitas, y mis caracolas se ven salvajes y muy marcadas, huelen a sal. El agua está invadida de colchonetas de colores vivos, quiero una, la necesito.

Ha vuelto mi amor de su peripecia marina, se calcina, me retrata, me graba y enfría mi espalda con las gotitas saladas que caen de su pantalón carmín. Click, click, click, al unísono con Aretha Franklin, placer y dulzura entibiándose a la luz del sol.

Me muero de calor y decido volver al mar... allá voy.

sábado, agosto 21, 2010

Lápices de colores


Con dos coletas de lazos blancos, me encontré sumergida en un banco de caracolas de fideos tricolor. Reposados sobre mi hoja de papel Canson configuraban un collage de tema libre donde el sol iluminaba, con sus rayos de polenta, la sonrisa de una maestra emocionada mientras tocaba con sus manos tibias el césped de yerba mate. El toque argentino de la obra de arte.

Buenos Aires, un colegio de uniformes bordó del barrio de La Boca, allí donde Caminito decora con alma de tango uno de sus rincones y los conventillos se llenan con el tañir cotidiano de ollas que golpean cucharas colmadas de salsa bolognesa.

Anoche, frente a mi Mediterráneo iluminado por un Marte bermellón violento y magnético, Majo y Josemesa.es, coronaron un viernes de pasión recitando sus poemas, haciendo reaccionar a mis pupilas cuando los versos contaban sus recuerdos de infancia. Recordé la mía, mis juguetes, mis sueños, mis sonidos, mis olores, mis esperas. Quiero contarlo.

Una niñez feliz donde cada noche esperaba con anhelo la llegada de mi papá, sus besos y el momento mágico en que abría la puerta de casa y sacaba del bolsillo de su traje gris veteado el chocolate Suchard de aire comprimido.

— ¡Mirá lo que te traje!.

Yo corría hacia él.

En las mañanas frías de martes y jueves de julio, acompañaba a mi madre a sus clases de gimnasia modeladora y en un rincón de cuatro baldosas de goma azabache, mi cuerpo pequeñito, hacía piruetas torpes sobre una colchoneta verde palmera. Olas de suspiros agitados salían de mis pulmones, exhausta pero radiante.

Anoche volví a ese mundial 78. Lluvia albiceleste de papelitos de seda, bocinas de camión y un Fiat 125 blanco que conducía mi padre, enojado, negándose a festejar por las calles el triunfo contra Holanda, porque era mejor verlo con detalle en el televisor Grundig blanco y negro de la habitación. Accedió de todas maneras. Veo a mi madre sacar una trompeta de plástico por la ventana soplando con todas sus fuerzas, pletórica. Los colores de la bandera teñían toda la ciudad. Los hinchas se bañaban en las fuentes de aguas danzantes y trepaban a las columnas de la luz para lucir su orgullo enajenado desde lo alto. Mi hermano y yo felices.

Mi hermano, el que me descosía las muñecas de trapo de patas largas y les cortaba el pelo de lana. Con él hacíamos escapadas nocturnas al kiosko que regentaba mi mamá y le robábamos golosinas. Recuerdo perturbador durante mucho tiempo, hasta que me confesé con el padre Carlos y absolvió mi remordimiento.

Flashes en mi cabeza. El mundial, Videla y el rastrojero azul. El pequeño maxikiosko familiar que ofrecía a los clientes desde un detergente Cilú, un cuaderno Laprida, una muñeca pepona a un chicle Yum - Yum. Vendíamos de todo, poco, para salir adelante .

Instituto San Rafael niñas floresta, recuerdo los discursos de la Señorita Beatriz en las fiestas patrias y su tic de repetir la última sílaba.

— ... de nuestro General San Martín - tín. — Me cagaba de risa.

Cuando formábamos en el patio del colegio, antes de subir a las aulas, la Hemana Margarita paseaba su hábito de pingüino entre las filas, me daba un toquecito con su bastón de madera lustrado y me guiñaba un ojo cómplice. Esa era la señal con la que nos advertía que no subiríamos a las aulas a estudiar.

— Señoritas, vayan subiendo hacia las aulas en orden y en silencio— Nos ordenaban las maestras.
— ¡No, no, no, no, no!. Nos quedamos a ensayar las canciones de la misa.— Retrucaba La Margarita. Y ese día el patio se convertía en un coro de voces divertidas y juegos.