lunes, agosto 28, 2006

Sushi y el mascarón

El atractivo título rezaba Documental de París reflejado sobre la pantalla del portátil, cuando paseando entre decenas de nombres adscritos a una lista de internet decidimos descargar el film. Imaginamos románticas escenas pintando el Sena de color ceniza mojada en un dia brumoso de otoño, con el narrador impostando una voz grave y profunda describiendo el paso de una pareja de enamorados escondidos detras de un viejo paraguas de carbón.

–¡Ew! Me parece que esto no es la Torre Eiffel.
–¿Dónde está Montmartre?

Avanzaba la película y seguíamos buscando entre almendras rosadas pinzadas con pequeñas bolas de metal, primeros planos con cachetes de melocotón, dados de gominola chocolate del tamaño de una cereza del Valle del Jerte, flanes pálidos de gelatina temblorosa, gruesos caramelos exóticos de canela alargados y elásticos con la forma de un envase de Glenfiddich. Nada de El Sagrado Corazón ni de la Sorbona ni de Los Campos Elíseos ni del Palacio de Versalles ni del Louvre.

–¿Quitamos ésta y vemos Orgullo y Prejuicio?
–Verito ¿Qué no la dejaremos a ver si sale algo de París? Tengo un pálpito que al final saldrá alguna calle, algún pintor o la tienda de Louis Vuitton y tengo mucho interés. Ya sabes que soy un tipo muy curioso y todo lo que sea aprender me tira.
–Bueno.

El domingo descansó. El concepto vacaciones de Dixie no es exactamente el mismo que tengo yo. Divergemos sensiblemente en cuanto a la utilización de los tiempos y los espacios. Quizás es que procedemos de culturas separadas por un enorme pedazo de agua salada y eso afecta en las actitudes que tomamos al madurar como tomates en rama. O tal vez sea debido a la disfunción sexual por pertenecer a diferentes estadios naturales, uno con pilila y la otra con grillito –como nombró acertadamente mi amigo Fermín el Rata cuando en la escuela primaria, jugando a la cadena durante el tiempo de recreo en el campo de Les Oliveres, le palpó accidentalmente la entrepierna a nuestra querida compañera María Consuelo, la más desarrollada de la clase que apuntaba ya por aquella época un cuerpo magnífico. A los catorce quedó preñada y hoy es una joven abuela que todavía conserva los rasgos que la encumbraron.

Esta semana que coincidimos los dos, a la playa bajé tres veces, cuando si me dejan solo eso es pan de un día. Ella dice que no le cargue mochuelos porque las ideas parten de mí cabeza inquieta. Es posible. Pero la verdad es que tampoco lo he pasado mal comprando y reacomodando nuestra casa. El resultado me gusta. Y lo mejor de todo es que ya no tengo que –de momento –trabajar más. Sigo con mis largos intervalos marinandome al baño maría, comiendo mirando el mar y durmiendo siestas cavernícolas con sueños extraños que intento guardar para poder contarlos en el post pero que cuando quiero escribir se han evaporado sin dejar apenas señales. Quedan como fotografías dispersas, como manchas de color entre los escondrijos de mi cerebro. Ciertamente no hago un gran esfuerzo por retener las historias porque cada vez que me acuesto, sobre todo al mediodía, sobrevienen nuevas hazañas y siempre dispongo de material. Lo último que recuerdo es que estaba reunido con un calvo Eduardo Zaplana en un despacho, pidiéndole no sé qué cosa mientras él conversaba por teléfono sentado sobre la mesa. Por ahí van los tiros.

Por la tarde vino Jovi con su bajarí negra y Rebeca y nos pusimos a tocar la guitarra y a jugar con la webcam a enseñar los pies por internet, que tiene un gran éxito de público.

–Mira, ahora alguién en un remoto pueblo de Utah se esta haciendo una manuela a la salud de mi negra planta del pié. Les pone.
–No puede ser verdad.
–Sí. Son pederastas. Está plagado. Se matan a muñidas por el mundo.
–¡No!
–Tú pon tu lindo pinrel aquí y verás como sube el marcador.

Vivimos en un planeta bastante perjudicado y con evidentes taras emocionales. Están repartidos por todos lados porque vemos la procedencia de las entradas. Igual te viene uno del Canadá que uno del Japón. Quizás tendré que recurrir al argumento de las culturas diferentes. En el fondo que más dará un pié que un culo. Todo carne para la gusanera. Lo que se tengan que comer los gusanos que se lo coman los cristianos.

Acudió a la llamada de Jovi su amigo Miguel Ángel, mientras asistía atónito desde el comedor de su casa al tercer acto de Macbeth a base de extremidades desnudas. Nos acercamos a tomar unas bravas con calamares al Eurosol y de ahí prácticamente nos arrastró hasta el restaurante asiático que hay en la Avenida del Mar en Castellón. Sushi, shasimi, washabi, tyriyaki, sukiyaki, karakiki y cosas de este jaez. A mi no me gusta el asunto del japonés porque reconozco que soy muy de pueblo y mis papilas gustativas formando equipo con mi olfato oxidado solo reconocen como adecuados cuatro o cinco productos combinados entre sí, a ser posible acompañados de pan blanco crujiente de harina de trigo. Jovi se desató con los palillos y zampaba con su mejor estilo rollos de arroz con salmón, caballa, atún, algas y todo un emocionante conjunto de bocaditos presentados sobre una especie de gran barco de madera con una cabeza de dragón en el mascarón deproa. Yo me destrocé la mano derecha apretando infructuosamente los palillos en un esfuerzo por adaptarme al entorno y no resultar patéticamente un paleto, que al fin y a la postre es lo que soy. Desistí al sufrir varios calambres en el dedo meñique y resolví terminar de recoger los cuatro granos de arroz blanco con el tenedor. Casi terminandome la segunda cerveza japonesa Sapporo vino la mujar de Miguel Angel, María Jesús y terminamos de sufrir. Ciento veintinueve euros.

Hoy lunes nos hemos levantado con el sol que comienza a declinar buscando la nueva estación. Cada mañana aparece unos grados menos elevado, moviendo su posición más hacia el sur y su potente esplendor nuclear atraviesa barriendo como un disparo la terraza. El destello rebotado sobre el cristal de los ventanales del edificio azul cercano produce una extraordinaria duplicidad de focos solares, como si los rayos penetraran a la vez desde el este y el sudoeste, produciendo imposibles juegos de luz y sombras.

Hoy ha venido a comer Victor, el compañero de Verito. Mientras yo practicaba con la guitarra con el programa del portátil, ella fué a comprar a Mercadona y Carrefour. Cuando llegó se puso a preparar el menú para agasajar al invitado de honor. Yo hasta las dos y media tomé el baño jugando solo en la cala, con un agua caliente y tranquila, apenas sin olas. Todo trascurre calmado en mi Jardín del Edén. La Reina Devota ha comenzado Mi Familia y Otros Animales de Gerard Drell. Está lanzadísima.

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