jueves, agosto 03, 2006

En busca de la tumbona verde

Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo dijo el sabio Arquímedes de Siracusa una lluviosa mañana de marzo. Anoche hacíamos experimentos en la tumbona verde con el objeto de comprobar la resistencia del punto de apoyo de la tercera pata, la más débil, la que en teoría debe servir para aguantar solamente el peso de las piernas, apoltronados uno al lado del otro, dos hermosas bolitas mirando la computadora que eso si, estaba sentada correctamente en el cojín de la silla roja. En un momento dado y sin mediar aviso ni señal alguna, nos fuimos para la mierda. Literalmente nos hundimos. ¡Catacraaack! Un milisegundo más tarde rodába yo rebotando sobre el gres de una manera poco elegante pero a la vez dinámica, que de un salto cual gato revolcado salí disparado hacia el interior de la casa. ¡Ostia! Me dí un susto de la muerte. A Verito ni la ví durante el crítico y fugaz bigbang, ocupado en salvaguardar de la forma más digna posible mi culo, pero ella se cagaba de risa recostada en el suelo sobre la reposera despanzurrada. La pata verde atravesó limpiamente el recio plástico, grueso como la uña del dedo gordo de mi pié –lo sé porque acabo recien de talar con serrucho las dos; piezas de museo de historia natural- Al final la catástrofe sobrevoló como ave negra esperando rapiñear algún desperdicio, pero no llegó la sangre al rio. Una montaña de escombro verde atrincherado que pesa una tonelada. Ya dejé aparcado en el recibidor cerca de la puerta, y estudiaremos la posibilidad de bajar esa chatarra plástica al contenedor de ahí enfrente. Ya le he dicho a mi santa que esa silla cantará en la vereda como el faro de Alejandría y el basurero no es de voluminosos. Ahora tendremos que comprar otra igual, y si no lo consigo Verito afirma que como tenemos que hacer juego quid pro quo, adquirir dos y esta para los necesitados de Brazzaville. Ja veurem. Quizás si la dejo esta noche plantada sobre la acera de la avenida los vecinos de puturrufuá creen que el ayuntamiento del ínclito cacique Fabra les ha colocado una escultura constructivista abstracta de Oteiza. Y como ahora les están remozando el paseo pues lo ven perfecto. No sé que pasa, que sin moverme diez metros de casa hago más gasto que si montara una expedición al Kados con sherpas.

-¿Y si no hay verdes y encuentro una azul? ¿Y si lo dejamos así que hay más espacio en la terraza y queda todo como mucho más amplio y acogedor? ¿eh?
-Xavito NO. Búscala, sal de Benicassim, agarra el auto, muévete, haz algo, lárgate al Carrefour que allí vi una igual cuando fui con tu madre. No sé que pasa que cuando hablamos de dinero te ponés como loco.
-Es que soy precavido, de pueblo pequeño y mente agrícola. Eso ya me lo dijo la Susi. Yo me tiraría en el suelo con una colchoneta. Un asceta es lo que soy, con tintes místicos. Dos semanas y alcanzo el nirvana.

Claro, así va creciendo mi malhadada fama de puño apretado; por una mosca que maté, matamoscas me llamaron. No entiendo yo esto. Pero que le vamos a hacer, me embucharé una camiseta, mis shorts sin calzoncillos –hace una semana que no llevo gallumbos y ya tengo un huevo ardiendo al rojo del roce con la puta tirita del bañador- y saldré raudo para cumplir las ordenanzas y dejar mi mancillado honor de guerrero catalán en el pedestal que siempre le ha correspondido. A ver si consigo comprar como occidental euopeo que piensan que soy –En realidad soy de un pequeño planeta situado en la constelación del Cangrejo, allá por el galáctico quinto coño-. Intentaré superar el temblor que me incapacita para soltar la pasta ante la vista de cualquier producto de consumo. Es como si me dieran calambres. ¡Trsssssst! Algo de caza pienso que traeremos hoy. Igual le doy una sorpresa a la xiqueta, o igual no, eso nunca se sabe. No pretendo generar falsas expectativas. Con las cosas de comer no se juega.

En la playa dels Terrers anoche montaron un cine de verano al aire libre, sobre la arena en el espacio que deja la pasarela de madera del paseo que tenemos aquí delante. Pasamos por el chino –de aquí delante; todo es aquí y delante- y compramos -¿compramos? Dos sillas de playa fabricadas con aluminio y una lona permeable de colorines por quince euros cada una y otras dos de plástico blanco que eran más pesadas por diez, para Inés y Rafa que se acercaron desde el Serradal donde tienen su estupendísima villa. Ellos venian pertrechados con su bolsa nevera repleta de viandas y nosotros tuvimos que comprar -¿comprar?- unos bocatas de jamón y queso con papas fritas, cervezas y cocacolas de aquí delante –delante, delante, aquí, aquí; ya te digo- porque el Gran Organizador que soy yo mismo no tenía previsto pan para bocadillos. Después me tachan de bolsillo difícil. Mitos y leyendas urbanas. Rumores falsos y tendenciosos. El bar lo regentan una pareja de amables argentinos. Hay más aquí que en Corrientes. Ellos se juntan como los peninsulares cuando emigraban a esas tierras. Menos Verito que anda suelta como un lince asilvestrado. Ella va a su bola. Como siempre. Un día le pondré un gepeese al cuello con una chapa con sus datos, por si se extravía. ¡Bip-bip-próxima rotonda cien metros gire a la derecha...bip!

A la brisa del mar, rodeados de cientos de puturrulenses disfrutamos de una velada romántica viendo Un franco catorce pesetas, una hermosa película sobre la emigración española a Suiza en los años sesenta. Me recordó a Ana, la compañera de mi hermano y mi cuñada. Debe ser una historia repetida en muchas famílias. También me hizo pensar en Verito aparte del tema en si, concretamente en la escena que describe la muerte del padre.

Bueno señores diputados, alea jacta est. Cumpliré el destino marcado.

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