jueves, junio 08, 2006

El talibán chupa del grifo

Cuando tienes sed no piensas en otra cosa. Agua. Líquido. Lo que sea. El cuerpo necesita hidratar sus células, transportar el oxígeno vital. Esta tarde, he llegado sobre las ocho a casa. Al pasar por el piso de la Vall he recogido seis bolsas de Caprabo repletas con mis libros, un buda quemador de aceites esenciales y algunas velas. Realizo el traslado de residencia sin prisas. Poco a poco. Verito me ayudó a subir los cinco rellanos con el peso de las letras colgando entre los dedos. Llegué a la cima resollando, me bajé de un tirón los calcetines, las zapatillas y los pantalones. Busqué con desenfreno la ducha, incapaz de acercarme la playa, y de nuevo volver a escalar ochenta peldaños.

Salí húmedo por fuera y seco por dentro, buscando refresco, y ataqué lo primero que se cruzó en mi camino. Tuvo que ser un regular y áspero tinto crianza de Cariñena. Escancié el néctar en un vaso de cristal y como soy un creativo y no sigo las reglas de urbanidad, le añadí el jugo de medio limón, que tenia preparado en el refrigerador. También lo dejé adentro, con la pulpa, para que siguiera aromatizando el cóctel. Una bolsa de papas fritas García y un pedazo de queso manchego curado, acompañaron el ágape. Me senté a tocar la guitarra al son de Calamaro y su nuevo disco de tangos, editado por el otro gran Limón. Pero estaba sediento y renové por tres veces el contenido del recipiente. Preparamos una cena improvisada en la terraza y me zampé casi una barra de pan francés, entre salame, tortilla de patatas, queso fresco de Burgos y ensalada de tomate y lechuga. Un dedo de agua es lo único sin azúcar que resistía en la botella de Cortes, oculta en el fondo de la heladera, detrás de los yogures. Me la chupé con devoción religiosa, sin quitarle el tapón de rosca.

Mis fibras, debilitadas por la falta de liquidez, gruñian desesperadas pidiendo más. Tenía la lengua entumecida, con el tacto rasposo de un estropajo puesto a sol. Entonces llené el vaso de tónica fría, aún sucio, con los resíduos del vino. No puedo soportar el sabor de este refresco, solamente acepto su cata camuflado entre ginebra, zumo de limón y mucho hielo granizado, que atenúan su sabor amargo. Con el culo apretado bebí la pócima para quedarme igual de espeso.

—Verito, tengo mucha sed. Voy a amorrarme al grifo.
—No Xavito. Ni pensarlo.
—Pues reventaré. El agua de Benicassim es potable. Beberé como los perros sacando la lengua en el bidet.
—¿Pero no ves que todos van a llenar las botellas a las fuentes del paseo? Ábrete esa lata de macedonia de frutas y te bebés el caldito.
—Pues tomaré un chupito de gazpacho y una manzana, que tiene mucha agua.
—A ver si revientas de verdad y lo vomitas todo por el pasillo, que lo tengo limpio.

Fisgando entre los abalorios de la nevera encontré unos batidos de chocolate, de los pequeños, y sorbí como un dromedario el contenido. Ahora ya no queda nada. Y como escribo con el portátil sobre la panza, me da calor y reinventa el tema, acrecentando la sensación de ansia por tomar. Cuando era más jóven, con los amigos jugaba al fútbol sobre la arcilla polvorienta de les Bases Roges, cerca de la caseta de Carmen Plà. Terminábamos esas guerras empapados y sucios, sin haber previsto ninguno de los atletas, una mísera botella de agua. Teníamos la cabeza en otras cosas. Recuerdo la sequedad clavada en la sien y la garganta árida anhelando probar unas gotas. Solíamos trasegar saltando ribazos entre huertos de naranjos, buscando acequias resecas, para recoger con las manos haciendo cuenco, en algún sifón pútrido lleno de algas, ranas, renacuajos y latas oxidadas, un poco de agua maloliente para matar la sed. A lo mejor topábamos con alguna mandarina olvidada y escuálida, fuera de tiempo, que había soportado el paso del invierno con dificultad. Estaba arrugada, con los gajos enjutos, suficiente para calmar la necesidad inmediata.

En aquella época, el trayecto hasta casa se me antojaba enorme, y hacíamos una parada en la fuente Calda, donde el agua brotaba a cincuenta grados. Era como degustar un caldo de pollo, pero sin carne. Me acuerdo del placer de tragar sin reparos, encaramado sobre la reja de hierro, agachado sobre aquel grueso caño de cobre, escuchando como caía en la pequeña balsa, aquella agua caliente y límpia, mientras peleaba por un hueco entre la jauría de jabatos, sedientos y silvestres.

No puedo más y ahora que Verito está dormida, me voy a chutar un trago de esta agua contaminada de ciudad. Le meteré un par de cubitos de hielo, y un poco de ácido, que igual ni se nota. Y si hago por las patas abajo, lo tomaré como un revulsivo. Será mi nueva dieta. Adelgazaré. Tantas porquerias he bebido en esta vida que una más, no estropeará mucho más mi estimado cuerpo. Imagino a la chiqueta mañana cuando despierte, y descubra que estoy acurrucado en la poltrona real, leyendo alguna lectura de culto. Sé que dirá.

—Qué, Xavito. ¿Te comiste la pata de Gardel?
—Enterito. Con sombrero y todo.

Mañana compraré unas botellas de agua mineral. A ver si no se me olvida. O mejor le digo a la Verito y que las compre ella. No sé porque últimamente le da por llamarme Talibán.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

JAVIER!! POR QUE NO PRUEBAS A BEBER SOLO CERVEZA?
LA VACA CON CUERNOS Y TODO, TE LA COMES DESPUÉS.
LO DEL YOGURT NO ES EXCUSA.
SALUDOS, KICO.

Unknown dijo...

Pues Kiko, no quedaba nada dentro de casa que se pudiera beber. Solo vino, y del caro (que es para obsequiar a las visitas, que se crean que atamos los perros con longanizas). Y yo, con medio litro y pico ya lo tengo bien arreglado, que era miércoles. Ya le tengo dicho a la Verito que me tenga siempre bien surtida la neverita de cervecitas, pero no me hace ni puto caso. Ella va a la suya. Quiere que me las compre yo. Piensa que soy un alcohólico y un talibán y me mantiene a raya, para que con el pedo no salga en bolas a la terraza, que nos echarán de la finca.

Anónimo dijo...

le ponéis pegas a todo.
antes de subir los 80 escalones, juntitos al bar y " ale ya subiremos las bolsa"
referente a lo del bacón, si piíllas un buen contraluz incluso le resulta erótico
a los vecinos que le den.

saludos, kico.

Unknown dijo...

No le ponemos pegas Kiko, es que nos hemos dejado la pasta en la compra de la casa, y no podemos patear los garitos con la alegría de antes. Es época de vacas flacas y de cervezas a 0,35 del super y vino de 3,00 euritos.

Xavito.