miércoles, junio 14, 2006

Ovejas merinas

La chica de negro envió a las cuatro de la tarde un mail a los vecinos de Pedro Botero, ángeles caídos avivando calderas. España ganaba dos a cero y eso tenía que ser algo importante para la cuadrilla de homínidos varones y machotes que trasegaban inquietos encerrados entre cuatro paredes dos metros debajo de la planta de sus pies. Dió por sentado que eran hombretones curtidos, cuando tal vez fueran mujeronas que aún no asomaron la cabeza fuera del ropero. También apuntó como axioma que el hecho de tener un churro torcido colgando conduce directamente al amor apasionado por un espectáculo masivo y popular. Obvió en tercer lugar la presencia de una compañera en el recinto carcelario. Pero una mujer es una mujer. Andaba yo enfrascado intentando arreglar un problema menor con una tableta gráfica, buscando en la página de Wacom soluciones apropiadas, descargando controladores y demas zarandajas. El developer era un francés amable y paciente, al que tuve pegado al teléfono casi una hora.

-¿Y tú no veis la pagtida de España?
-No amigo, que ando con la pala alimentando el fuego. La gente en la oficina está trabajando de firme y tengo que dar la cara. Cada uno tiene sus aficiones, pero ante todo somos profesionales y sabemos que primero es la empresa.
-Pues van tges a cego.
-Ew.

Mateu respondió entretanto al correo con la duda. Quizás fuera un ornitorrinco en vías de extinción comentada flemático mientras diseñaba una novia atrapada por una langosta vestida de etiqueta, en amor por el marisco, una nueva campaña para el Marblau de Jesús Gor. Carlos subía y bajaba averiguando datos de interés a la vez que ilustraba con el Painter un bodegón de mayonesa y bravas para unos envases de Carnes Murcia. Entre la marea de goles pintó una cabeza de ajos en los ingredientes de la suave salsa y tendrá que borrar mañana. Yo seguía la conversación con el chico americano de Corel, palabra que siempre pronuncié Córel y que sonaba Corél en su correcto vocabulario corporativo. Sabrá él más que nadie como tiene que ser la dicción. A partir de hoy será así como dictaré el odiado nombre para un usuario de mac. Me hizo entrar en un efetepé de su empresa para descargar unos parches efectivos y restituir de esa forma la antigua eficacia de mis estaciones, unas magníficas y relucientes gecinco.

-España gana cuatro cero. El locutor de la Ser se va a quedar sin voz.

Recibiendo un nuevo mensaje de las alturas radiofónicas. Sé que Patri nos trata con cariño, pero cae en la maraña de mediocridad que tejen con astucia los medios y cubren con una tela gris la lucidez. Terminamos a las seis y media de replegar los trastos, cerrar los equipos, las impresoras y el aire acondicionado, fichamos y cada uno para su casa.

En la mía, aquí en la playa, tenemos un pequeño aparato sin antena, en la habitación, que solo sintoniza con cierta nitidez, cuatro canales de carácter local, entre ellos La Vall, Benicassim, Castellón y Alquerías; después la segunda de televisión española y el resto es arroz en la paella a punto de hervir. En el salón está el portátil, el mar, los libros y una legión de mosquitos encabronados con ganas de pelea.

Lo del fútbol es de sentido común. Yo que practiqué durante diez años, terminé hastiado porque me disgustaba profundamente vestirme con pantalones cortos enseñando mis rodillas a una panda de borrachines maleducados que se reunían para matar la tarde detrás de mi portería. De niño reía sus gracias, pero tal y como fui creciendo mentalmente aumentaba el rechazo ante una situación lamentable. Es cierto que entre tanta estupidez existía alguna isla de frescura inteligente que disfrutaba con entendimiento del juego, pero era excepción.

-¡Mátalo! hijo de puta. Tírale a la rodilla.
-Sois todos una panda de maricones.
-Una de Terry y un Soberano.
-Carajillo de ron quemadito.
-Ese de negro ¡cabrón! Te partiremos las piernas cuando salgas.

Cada vez entendía más este espectáculo como la proyección en el tiempo de las antiguas fiestas del imperio romano que a su vez aglutinaba otras más antiguas costumbres orientales perdidas en la memoria colectiva. En el despertar de mi conciencia como individuo está el rechazo ante este tipo de manipulaciones colectivas, que la verdad, nunca entendí del todo. Participé de la pasión del acto deportivo implicándome con toda mi alma, pero desde el interior del entramado. Igual que hice con las artes marciales practicando el taekwondo y después el squash, alternado con ejercicios atléticos que excitaban mis hormonas competitivas. Pero jamás me sentí identificado con ningún grupo ni con equipo alguno. Mi pequeño cerebro de troglodita no concibe que una persona pueda ser de algo, pueda tener el sentimiento irracional de pertenencia religiosa a un ente inmaterial. Yo soy del Barça, o del Madrid, del Liverpool, de los Lakers o del Tomelloso; del Betis o del Boca; de Fabra o de Ibarretxe; de Castellón o de Valencia. De Capital o de Provincia. De la Pilarica o de la Virgen de Triana. De España o de Togo. A mi todo este rantanplan me parece sacado de la misma película de cine gore. Dejando a un lado el respeto por la gente que vive con intensidad una afición y le dedica una parte de su precioso tiempo, el que la practica y el preparador, el resto de seguidores puntuales, como diría el gran erudito Heraclítoris el Efesiano son habas tiernas peladas en la sartén. El ciclismo, la media maratón y el fútbol, las telenovelas y el tomate, el ajedrez, el tute y el ramondino, el frontenis, los Serrano, Aquí no hay quien viva y la pelota valenciana, el esquí naútico, la fórmula uno y los videojuegos de guerra. Lo mismo.

Me sorprende constatar el nivel de ovejas merinas que pululan a mi alrededor. Seguro que me echan del club de Ganaderos y Productores de Lana por subvertir y enviar mensajes de rebelión a la plebe adormilada viendo el partido del equipo de su pueblo. Hasta Verito que es una persona bastante sensata tiene que ver el viernes el partido que juega la selección de Argentina, porque de lo contrario pensarán en su país que es poco menos que una traidora. Ella que es firme defensora de eliminar fronteras entre los estados y que se considera ciudadana universal. A ella que le importa un huevo lo que hagan o dejen de hacer un puñado de jovenzuelos bien remunerados en calzoncillos de colores correteando en medio de un prado de cesped.

Ciertamente pienso en lo que mi honrado Heraclítoris el Alejandrino haría en mi situación. Antes de cortarse las venas, pienso que se las dejaría largas. Yo, mañana me largo a Dublín, a beber cerveza y a escuchar buena música, que allí aquellos irlandeses me parece que no participan de este carrusel y estaremos tranquilos.

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