lunes, julio 31, 2006

El hombre araña

Anoche se escapó balbuceante cuando la conversación estaba en su punto más álgido, escuchando sin ver bucles interminables de la Educación de las Hadas en el portátil estufa. Y allí quedó todo, loco resorte, frenesí desacompasado; una miriada universal incompleta. Falsa alarma, gritaban alarmados. Falsa alarma, es un ensayo general. Una parodia genética. Coro de chicharras histéricas que gimen en el jardín de las Yucas. Que no se lleven todo los gusanos y Hacienda.

-A las seis y media me sacás de la cama Xavito, que tengo que planchar los pijamas azul presidio de la Multi.
-Tranquila que soy reloj atómico. Pero ¿tú sabes planchar criatura?
-¡Clar! No veus que soc dona, i les dones planchem.
-¡Ah! Sos tan inteligente. Saps fer de tot.

A las seis de la mañana aulló el aparato que tenemos sintonizado con alguna emisora mal sintonizada con un volumen mal regulado y que nos arranca del sueño disparando la conciencia errante hacia la fresca realidad de la habitación. A esta hora la claridad meridiana aflora desde el ventanal abierto; apagamos el chisme chillón y volvemos a regocijarnos otros treinta cortos instantes, disfrutando de la tibia sensación de nuestros cuerpos separados. Somos microondas radiactivos, juntos pero no pegados, el yin y el yan; los pies en la cabeza y los tobillos en las pestañas; un sesentainueve perfecto a distancia magnética. Demasiado cerca, demasiado calor; demasiado lejos, demasiado fresco. A una micra de una micra. Milímetros.

A la media volvió a cantar la gallina, pero esta vez con la voz afinada. Yo, que estoy de vacaciones liberé a la bella durmiente de su pesado sueño, encarrilando su duermevela hacia la tabla y la plancha. La he visto avanzando a paso de Via Crucis, como tranvía de faros apagados a lo largo del pasillo, desde la habitación de los trastos hasta el comedor abrazada a sus juguetes igual que a un osito de trapo. Llené el depósito de agua para el vapor y la dejé maniobrar vigilando que no se electrocutara mientras paseaba el instrumento por encima de la ropa recién lavada.

Se largó tiesa y lisa como un pincel y vestida de sonámbula para el laburo en el Grau, de siete y media a una y media y de tres a seis de lunes a viernes; eso sin contar las veces que no para a comer porque se le acumula la faena.

Me preparé un café con leche y salí a tumbarme al rojo para leer Ulises, concentrado y armado con los diccionarios de la Real a ver si podía entender algo con lo corto que soy. Ya llevo trescientas páginas y estoy in albis. Hoy es mi día –me dije resuelto-. A esto de las siete y poco apareció la Paqui, mi vecina muda, para bajar los toldos, en el momento exacto en que tomaba posesión de mi poltrona lectora. Con el objeto de no violentarla escondí mi rostro detrás del séptimo capítulo y la dejé hacer. Toca limpieza de barandilla. Y como la tengo a tiro de piedra, ni a diez metros es que parece que está bayeteando la mía. Y aunque me tape algo entreveo. Se me acuclilla delante, con ese cuerpo de saltamontes, ligero, maduro y desprovisto de curvas y esas piernas de adolescente histérica y nerviosa acostumbradas al movimiento contínuo. Arriba y abajo, listón de aluminio pulido con delicadeza y rotundidad. Uno y otro, como una masturbación de soportes de lo más erótico. Que le vamos a hacer. Por lo menos habrá cien. Y venga y dale y venga y dale sin parar, a buen ritmo. Ahí estamos, en seguida imagino que soy un hombre araña y de un salto cubro el reducido vacio que nos separa para sacarle esa tara que la retroalimenta, esa invalidez traqueal que la imposibilita de pronunciar sonidos y saludos. Imagino un polvo loco sobre la misma baranda mientras repasa con ímpetu sacando hasta la última mota de polvo.

Trá, trá, trá,
cuatro paquetes de ná
que tengo el chocho escosío de tanto follá,
follá, follá.


Tarzán enculando a la mona Chita en lo alto del eucalipto.Tal vez así, con la confianza que otorga el saberse cubierta y descubierta en la intimidad, pueda emitir algún gruñido a modo de saludo cuando por ventura nos crucemos en la calle. A ver si ese pelo hirsuto de escoba vieja se le pone lacio y se le ablanda esa carne de gallina corredora y amolla alguna sonrisita. En el fondo de su alma de sirena varada pide a gritos que le tapen los tres agujeros igual que Teodora la mujer de Justiniano que no tenía suficiente con esos y anhelaba un cuarto entre las tetas para completar su delirio.


-Hola Paqui, que tal. ¿Cómo os va el verano?
-Muy bien queridos vecinos. Una maravilla. A ver si un día quedamos para comer.
-Cuando quieras Paqui. Ya sabes que no ensuciamos mucho. ¿El retrovisor bien?
-Escaldado y contento. Sois divinos.
-Ja ho sabem.

Mi primer lunes de vacaciones y no noto nada raro. Solo que me duele más la pierna. Esto de vivir en un hotel todo el año es tremendo. Cuando se acabe este agosto y tengamos que hacer las maletas para irnos a casa. Que triste volver con las colas a la ciudad gris. Publicaré mi post y a ver si puedo tomar el baño. Después buscaré algún blog por la red que me guste para añadirlo entre mis invitados que últimamente se estan cayendo casi todos. A ver si hay alguién que me cuenta sus cosas y habla de si mismo con talento. Ostia. Que ni los de la herzegovina, que resulta que han estado en el FIB y no cuentan detalles de sus aventuras personales que es lo que me interesa, los detalles pequeños. O el Orsai que me ha desaparecido del mapa.

Ja veurem. Demà mes.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

fins demà
marcialin

Anónimo dijo...

no hay nada como madrugar sin prisas cuando estás de vacaciones.. tú madrugas y posteas, otros madrugamos y te leemos. es una conexión con un día de delay!!

besicos desde el port!

lapatri

Unknown dijo...

Hola Patri!

Me alegra mucho saber que veis el Blog. Es una bonita manera de estar en contacto. Para mi es una nueva sensación la de escribir y recibir una carta, como cuando estudiaba fuera o hacía la mili. Son conexiones lentas pero entrañables. Saber que alguién se toma la molestia de redactar algo personal.

Petonetes desde Beni
Xavito