domingo, julio 16, 2006

Cobardía

El tum-tum frenético dejó invariablemente de emitir su zumbido a las siete de la mañana, con la luz del nuevo día arramblando por las calles exhaustas de mi nueva ciudad. El terral arrastra los ritmos bajos cargados de sudor con malibú y piña desde la explanada situada debajo de la antigua carretera nacional 340 para vomitar en oleadas calientes por la ventana abierta de mi habitación los restos agotados de la orgía. Ahora solo queda el recuerdo de una noche mágica para los más afortunados y la ilusión de vivir otra oportunidad para la mayoría de protagonistas de la función que termina. Los últimos supervivientes hinchados a pastillas y cerveza pasan con las ventanillas del auto bajadas, aullando mientras agitan su remera butano buscando algún garito que les cobije, con la energía del cuerpo recién estrenado. A estas alturas se cruzan con la otra gente que perdió las ganas de jugar, enterrando la pasión en un album de fotos olvidado.

Hay un instante efímero como en la película de Lady Halcón en el que los Rutgers Hauers ocupan el mismo espacio que las Michelles Pfeiffers mirándose extrañados ante la mutua incomprensión. La fauna diurna se compone de ciclistas masculinos disfrazados de ciclistas coloreados que abandonan el nido conyugal aburrido y rutinario para estirar las piernas mientras parlotean con sus compañeros. Para mi que no follan. Otros pasan corriendo atacados por el mismo mal, la nofollantitis. Sospecho que es una epidemia de carácter viral que suele instalarse con facilidad entre los humanos de la zona. También circulan señoras que rulan por las aceras a paso ligero, supongo que mascullando sin entender porqué su marido sale con la bicicleta vestido con un maillot de tono tan vivo y hortera cuando entre semana lleva traje gris, camisa a rayas y zapatos de lustre. Y porqué su Lance Amstrong casero nunca le abre las piernas ni le come la concha, como hizo aquel chico que se la tiró durante las fiestas de la Magdalena en el portal de casa, cuando era una mujer feliz y llena de emociones.

Atraviesan la calle señoras aburridas con el gorro blanco, zapatillas deportivas y ligeros vestidos de algodón rosa. Gente paseando su perro con expresión inexcrutable. Estos tampoco mojan. Solitarios y en pareja, en bermudas y de blanco. Se oye desperdiciar agua cuando los porteros de las fincas limpian el cemento que rodea los edificios con una manguera. Veo a las criadas aparecer entre las terrazas con su guardapolvo azul y ceniza con ribetes de nata trasegando entre sillones y mesitas. Es el canto que anuncia un nuevo domingo.

Yo abandoné la juerga a las tres y media de la madrugada, dejando a los actores secundarios el peso de la obra. Cenamos en el Rokelín, en la calle principal, dentro en la coqueta segunda planta porque en la calle no quedaban mesas libres. Estuvimos disfrutando Rabón y Berche, el gran Marcialín, Conchín la Petersburga feliz, Espe, un relajado Pepepa, Veranito y yo. A los cafés acudieron sir Artur y Lola, voces del orfeón. Tuve uno de mis lapsus y le llamé Alberto, Ángel, Amalio, Antonio hasta que utilicé la regla mnemotécnica en la que visualizo su figura con una corona de plástico dorado ceñida en lo alto de su cabeza y blandiendo una excálibur del mismo material durante una cena de aniversario del grupo. El Rey Arturo, Sir Artur, él, no hay pérdida.

Pedimos de todo, unas tostaditas con tomate y aceite con ajo, otras con queso de cabra caliente y base de mermelada de tomate, jamón de bellota con huevos fritos, quesos variados y patés, ensaladas, habitas tiernas al tombet con heinekens a espuertas junto a cocacolas y carajillos de ron quemaditos. Salió a trece euros por barba. Bien. Después bajamos al Murphy´s a tomarnos un gin-tónic y ver pasar al personal camuflado de sábado noche. Es un torrente vivo y variado, de cuerpos torrados por el sol en busca de eldorado con las hormonas liberadas saltando enloquecidamente de unos a otros.

Al despedir a Marcial y dejarlo en el bus de la marcha con destino Castellón fuimos testigos de una escena brutal. Un hijo de puta y su novia, al volante de un golf negro o azul marino, con placa de Castellón, atropelló a un chico dándose a la fuga como un cobarde. El compañero persiguió a la carrera al impresentable y a su pareja pero arrancó sin detenerse adentrándose en la oscuridad del pueblo. Le dió de frente y lo volteó hacia un lado dejándolo tumbado boca abajo en mitad del paso de cebra. Increíble. Todos acudimos atónitos y sorprendidos al ver la escena y Verito llamó a la Samu. Como el joven era norteafricano ella le preguntó si tenía inconveniente que acudiera la policía por si no tenia papeles, pero estaba con sus compañeros de trabajo y no había problema por ese lado. Entre nosotros se encontraba un médico que le atendió en primera instancia para valorar a vuelapluma el posible alcance de las lesiones. Al rato se levantó por su propio pie y nos tranquilizamos al ver que no era grave, aunque estaba el pobre con fuertes dolores en la cadera y los brazos. Llegaron los municipales y con el coche patrulla lo trasladaron al hospital.

Fuimos pensando en lo ocurrido y reflexionaba sobre como los dos ocupantes del vehículo podían mirarse a los ojos manteniendo el iris tibio. Porque ese cabrón y la pérfida que le acompañaba no podían saber si al que habían levantado del suelo estaba herido o estaba muerto, que con la violencia y rapidez del impacto era imposible determinar. Cobardes de mierda. Que ese sea su castigo, aguantar su estúpida imagen hasta el final, habitar su própia ciénaga maloliente, soportarse a si mismo. Aunque en el fondo subyace un halo triste que no me ofrece consuelo alguno.

Ya lo dijo Heraclítoris de Efeso, si los hijos de puta y sus novias volaran no veríamos la luz del sol.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

jopelas¡¡¡ esos si que son escoria
No comment plus
marcialin

Anónimo dijo...

XAVITO yo no se si todos los ciclistas no hacemos uso del fornicio, pero algunos deben follar,juas juas(es por eso de la parentela, aunque claro ....)pero los colorines horteras de los ciclistas ,son absolutamente necesarios para evitar a esos hijos de puta, aunque claro esos son los que te matan en el Camino la Plana y hay , como bien dices demasiados, eso, que aumentan la visibilidad, y cuanto más llamativo , mejor ( ya te dejare unos cuantos) jiji; Ah y de momento los sombreros de paja no están homologados, si tienes un accidente sería lo mismo que no tener el seguro del coche ,dejandonos a todos huerfanos y sin herencia así que ,o te corto los juevos