domingo, julio 02, 2006

Con los dedos de una mano

Estaba en actitud autista con el control remoto de la tele, manipulando las teclas con los dedos de una mano y al darme cuenta, me puse a pensar qué cosas se podían hacer con esas cinco herramientas. En mi caso, muchísimas, pero hoy no viene a cuento ya que me acordé de lo que quería hablar y justo se relaciona con eso.

Resulta que el viernes hablábamos en el trabajo de los cirios que habíamos soplado las chicas, es decir, para los que no comprenden mis metáforas, de las anotaciones que hemos tenido desde que nuestro sexo dijo hola.

Unánimemente coincidimos en que a todas con los dedos de una mano nos alcanzaba para contar nuestras trapisondas sexuales, incluso, a todas nos sobraban. La coincidencia era muy cómplice y no menos reservada, hasta que se me dió por escribir esto, claro, cuando todas casi al unísono comentábamos que quizás nos hubiera gustado utilizar la otra mano también para hacer cuentas.

Se me ocurrió decir que siempre se está a tiempo, que el cascarón cambia y se deteriora un poco por fuera, pero por dentro se conserva intacto y deseoso de que alguien se coma el fruto. En ese momento me sentí la puta de la clase. No sólo por mi comentario, al que descartaron sin siquiera hacerse un planteamiento, sino porque era la que más dedos había utilizado para enumerar mis ejemplares, y así y todo no llegaba a completar la mano.

Yo, siempre me sentí bastante liberada emocionalmente para saber perfectamente cuando quería dejar caer mi manzanita para que un Adán se la comiera. Nunca he reprimido mis ganas, ni he amarrado mi fruto maduro a la rama para que no cayera a los pies del comensal. No he tenido nunca una noche de aquí te pillo y aquí te mato, pero supongo que es porque no surgió o porque mi carácter no ha permitido que pasara, pero ya les digo, una conducta totalmente inconsciente.

Luego de hacer el raconto de souvenires que nuestra experiencia había recogido, pasamos a hablar de las prácticas. Que por aquí sí, que por allá no, que la boca es para comer y la colita para darle salida a lo digerido. Y entonces yo me contengo, porque muchas veces es difícil intentar decirle a quien comparte contigo nueve horas de actividad, que sus argumentos no me convencen o que creo que es mentirita piadosa para seguir siendo santa y tener números para ganar el premio de la pontificación. Continúo, me voy por las ramas y me alejo de lo que nos interesa, el sexo. Todas coincidian, excepto una servidora, en que el acto era de amor y sólo de amor. Yo, exponía mi humilde tesis, que se basa en una conducta meramente animal con una pizca de civilizado comportamiento a la que podemos bautizar con el término amor, y que, cuando se trata de una pareja estable, se produce “civilizadamente” una vez cada tanto, mientras que las otras veces, muchas o pocas, son más de placer sexual y menos de love story.

Cuando dije eso, comenzaron los murmullos audibles donde se cuestionaba mi relación con Xavito. Claro, para el que no entiende que se puede amar mucho y a la hora de ir a la cama se puede tener sexo y no hacer el amor, es fácil hacer ese tipo de comentarios.
Yo, concretamente, que amo a mi semental, puedo perfectamente tener una noche de velas y champagne, caricias que invitan a decir te amo y música que acompañe nuestro baile del amor, pero blogueros míos, no me digan que una sambullidita y hasta mañana no se entiende en una pareja de “para siempre”. Lo veo lo más natural del mundo, y si realmente todas las parejas “bien casadas” cada vez que recrean el cuerpo hacen el ritual acompañados por las siete notas de amor, a mi se me ha quedado una materia pendiente. Amén.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

con los dedos de las manos, con los dedos de los pies, la picha y los cojones, todos suman 23.

Unknown dijo...

Con lo que sea, siempre suma y sigue...