domingo, agosto 10, 2008

que ochenta años no es nada...

Hoy me dió por el análisis, resolver intríngulis, y me vino a la cabeza la gran pregunta: "¿cuándo me dí cuenta que amaba a mi Xavito?". Lo sé, ahora lo sé, divagué un rato y pasé por los momentos más hermosos vividos con él, desde que le dediqué mi primer arroz congelado a la luz de las velas (y se lo tragó como un señor), hasta cuando agarré el bolso y le dije que me iba de casa (ahí no tragué yo jejejejej).

Pero no, el momento en qué me dí cuenta que lo amaba, y pecaré de anti-natural, porque esas cosas vienen solas, fue cuando me ví con él de viejita, cuando entre risas se me cayeran los dientes postizos en la sopa, cuando de la mano cerráramos la residencia para irnos a dormir.

El amor de abuelos, que sensible y entrañable es cuando veo a dos viejitos tomándose de las manos, con un andar más lento, pero con seguridad. Sus miradas son de "no me faltes que aún necesito mimos".

Y sí, mi xavito y yo nunca nos hemos prometido nada, ni somos una pareja de alianzas que indiquen el amor está presente, pues creo que por ese motivo me he podido imaginar con arrugas y canas, pero a su lado.


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