sábado, abril 29, 2006

Villapanda

Según Eudald Carbonell, Darwin dejó de creer cuando empezó a pensar. Según Verito, yo nunca seré Darwin.

-¡Ostia!.

El pensamiento es lo único que puede diferenciar a las personas, de un paquete de champiñones en Mercadona. Cuando la gente dice creo que si o creo que vendrá, frases llenas de credos, realmente están proclamando su fe, su irracional forma de comunicar conceptos. Así nos vá. Estamos rodeados de tomates de Muxamel y de patatas de la Bretaña. Cero. Quién en una conversación utiliza el yo pienso que. Con los dedos de una mano y me sobran.

Pensar es emplear las neuronas para trasmitir ideas. Pero también puede servir como herramienta para soltar las emociones. Para encontrar buenos amigos, y mantenerlos. Para formar una pareja, y mantenerla.

Pensar no es un seguro de vida. No. Pero cuando aprendes, ya no hay vuelta atrás.

Ejercitar la mente es un proceso que cuesta, requiere un poco de esfuerzo. Es mucho más fácil y cómodo creer, pero tiene contraindicaciones. Como los medicamentos. Los seres que creen, son débiles y manipulables; y son utilizados por los que piensan, como conejillos para sus experimentos.

Yo tengo un amigo, Vicente, que lo quiero porque pienso que lo quiero, y pienso que él piensa que también me quiere.

Admiración y respeto por una persona entrañable que, a través de los años, me ha permitido disfrutar de su inteligencia y de su compañia. A ese amor más veterano se ha unido recién la Verito.

Porque conozco su historia; un relato apasionante de una vida filmada con objetivo desenfocado, que se ha reemplazado varias veces durante el trascurso del rodaje. Un cuento de éxitos y de fracasos y de éxitos. De subidas y de bajadas.

Solamente los que piensan pueden seguir siendo niños; jugar con la ingenuidad y transparencia del amor verdadero y sano, sin tabues.

Verito y yo tenemos un amigo que se llama Vicente y vive entre naranjos, en una casa de campo, Villapanda, al lado mismo de un centro de reclusión del Opus.

Ahora estamos pensando en él.

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