sábado, abril 29, 2006

Dormir con las ventanas abiertas

A mi siempre ma ha gustado habitar en un lugar abierto, pleno de luz y de calorcito. Con la vista despejada para respirar hondo. Con la mirada al sureste para calmar mi sed de espacios. Abrir los brazos en cruz, cerrar los ojos y colocar mi cuerpo enfilado al cabo de Sant Antoni. A mi siempre me ha gustado pasarla bien, como diría Verito.

Esta mañana, a través del ventanal entreabierto, se van colando en mi habitación los ritmos de la vida. La persiana enrollada hasta los huesos, deja pasar toda la luz del mundo. Un store blanco doma ese torrente de energía salvaje que entra desde oriente, y lo calma, trasformando ese fuego primigenio en una dulce caricia. Sentir el aire agitado, fresco, un rio invisible que cruza sobre mi piel; ver a contraluz, pintada sobre la tela, en el escenario instalado sobre la baranda del balcón, la opereta interpretada por una família de gorriones. Todo proyectado sobre el armario en la pared del fondo.

Delante de casa hay una herrería. Escuchar el golpeteo metálico cada mañana, mezclado con el sonido de coches que pasan por la avenida o el murmullo de voces en una conversación que llega desde la calle, siempre ha sido para mi, un placer infinito. Un goce tan intenso como el sonido de la nada en alta mar. Las ventanas abiertas son la expresión del amor por la vida. Cuando al caer la noche, después de un dia intenso, me acuesto, espero que ocurra otra vez el amanecer. Esa progresión in crecendo de luces y sonidos. Deseo con avidez ser acunado por todas las sensaciones. Es la señal que refleja mi estado. Y estoy tranquilo. Sé que me sigue gustando jugar. Sé que quiero. Amén.

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