martes, septiembre 12, 2006

La amiga de Pura

Llovían perros y gatos cuando llegué agotado a mi casa después de lidiar con dificultad un martes gris difícil y retorcido. El site que estaba modificando de Caporchanes, peleado a cuatro manos para adelantar, se rajó de repente dejando un reguero de bugs asomando al final de las líneas de texto en el Golive. Culminó la faena cuando vislumbramos un final de tunel dando las seis y un tremendo apagón general derrumbó con estrépito el encaje de bolillos que habíamos conseguido zurzir.

Envainé los trastos con desánimo y cuando estaba por trepar al tercer piso dos señoras mayores reclamaron mi atención.

-Hijo: ¿No tendrás un paraguas en casa?
-No tengo ni la más remota idea. Puede que sí, puede que no. La dueña no está.
-Por favor, ¿puedes buscar? Es que con la que está cayendo tengo que ir al pueblo.
-Bueno, miraré a ver que encuentro.

Registré revolviendo entre los diversos objetos acumulados en un equilibrio inestable dentro de los armarios. Verito compone figuras abstractas con silllas, bolsas y maletas. Es un Calder postmoderno acomodando toda clase de cachivaches orgánicos en espacios imposibles. Hace tetris con las cositas. Sobre una balda relativamente poco poblada hallé un paraguas escocés cabezón plegado dentro de su bolsa. Inmediatamente descendí los peldaños para ofrecerle el artefacto a la mujer menuda de pelo tostado y cara de nutria que esperaba impaciente el resultado de mis pesquisas.

En ese momento empezó una tormenta fantástica con gotas del tamaño de una moneda de dos euros que picoteaban con fuerza las hojas de las moreras. Me ofrecí al ver aquel espectáculo para dejarla con el coche en el Mercadona, que és el lugar a donde quería ir. Tras mantener durante dos seguntos una negativa de rigor accedió a que le diese un paseo.

Nada más entrar se lanzó contra la primera cajera con un paquete de café soluble en la mano. La dejé gesticulando y me encaminé hacia la góndola del pan para comprar unas barras. Un litro de leche entera, unos cherrys, unas aceitunas partidas, feta y salami. De vuelta agarré una botella de agua mineral.

Cuando estaba enfrascado en la zona de bollería, me llamó una Verito paralizada de miedo plantada ante la puerta de nuestra casa, que estaba abierta de par en par, con las luces encendidas y algunos trastos tirados caóticamente por el suelo del pasillo.

-Xavito, estoy cagada de terror sin poder entrar. Hay alguién dentro. Seguro que nos están robando. Por favor.
-Falsa alarma. He sido yo que me despisté y no cerré la puerta. ¿Pero quién va a subir cinco pisos para robar con este tiempo?
-Cada vez más ligero. Cuando vengas a casa hablaremos. -dijo ya más tranquila de ánimo. -¡Qué susto!

La señora había seguido mis pasos y al tiempo que yo hacía mi pequeña compra recorriendo los pasillos ella charlaba con la gente, risueña y pizpireta, con sus pantalones azul marino y su remera de punto encarnada con cuello de pico. Nos reunimos en la caja.

-¿Ya arreglaste lo del café?
-Huy, me olvidaba.

Y se marchó rauda hacia la caja de la entrada. Embolsé mis cosas y pagué. Ella aun estaba discutiendo con la jefa de las dependientas montando un sarao.

-Señora, esto es como el Carrefour. No se puede devolver un producto sin su ticket de compra. ¿Entiende?
-Mira hija mía, si yo viviera aquí, pues con el dinero devuelto compraba otra cosa, pero es que me voy para Madrid y ¿qué hago con esto? Se va a estropear. -¡cómo peleaba la jodida!

Al final consiguió que le soltaran un euro y pico, que era el valor del pequeño paquete de café. Había triunfado. Ya en el camino de vuelta me contó algo de que su hija había comprado tres y que para qué quería tanto café, y que tenía la tensión alta. No cesaba de comentar asuntos sin parar. Me tenía entretenido contando historias de su familia y de la gente de Castellón, que eran malas personas porque hablaban entre ellos en esa jerga extraña y de sonidos arcaicos.

-Y pretenden que yo hable en ese anticuado dialecto. Claro que no. Qué se han creído. Llevo treinta años aquí y no pienso aprender. A ver si esto no es España o qué. Que hablen en español.
-Son unos cabrones.
-Casi todos, pero tú no pareces de aquí hijo mio. Hay que ver lo buen chico que eres. Que suerte que tiene Pura con los vecinos. Que majos son.
-Si.

Me preguntó si estaba casado después de criticar a su hija tachándola de vaga -como tiene una esclava en casa, no da pié con bola. Ni la cama. Ni planchar. Nada. Allí estaba en nuestra casa de doscientos cincuenta metros, con su amigo; que se dejó una relación de seis años con su novio. No la quiere nadie. Claro. Ahora está con este. Amontonando todo por allí. Pizzas, cartones, ropa, platos, mierda sin recoger. Y como yo estoy tres meses de vacaciones aquello le viene grande y se ha marchado a Lanzarote, hasta que volvamos a Madrid -decía sin respirar. Buena caja torácica. Podría ser locutora de radio.

Que si su hija tiene la carrera de económicas y con veintiocho años hace ya dos que trabaja con un sueldo pequeño de doscientas cincuenta mil pesetas, -bajito decía, -igual que el piso pensé. Le daba un sobre como paga semanal de treinta euros que según ella no le llegaba ni para acercarse a la tasca del barrio.

-¿Y tú estás casado?
-Seis años hace.
-¿Y tienes hijos?
-Es que no sirvo.
-Mejor, es que los niños solo traen problemas. Mira tú la Pura y su marido como están por culpa de su hija, que le va a llevar a la tumba, pobrecito.

Le seguí la corriente para tenerla embridada y a favor. Verito dice que soy un cagón acobardado. Dónde se ha visto que un rojo se achante frente a los acólitos de la derecha. Me echó en cara lo del otro día con la GataMoixa, cuando con su voz ilimitada coreaba sin freno sus historias con el anfiteatro dels Terrers abarrotado de público en los palcos, aguzando el oido ante el relato detallado de nuestras interesantes historias; yo intimidado apagaba mi garganta con timidez para contagiar por simpatía a la buena de Mayte, tratando sin mucho éxito de arrastrarla a mi terreno sacándola de las tablas, aunque era peor porque ella subía con mayor ímpetu si cabe el nivel de sus afiladas cuerdas vocales, haciendo inútiles mis sonrojados esfuerzos por neutralizar el asunto. Los vecinos ocultos en sus madrigueras escuchaban las arengas republicanas de la pussycat.

Al final solté a la madrileña guerrillera en la puerta de su apartamento y se mostró enormemente agradecida. Le pregunté su nombre y me respondió pero lo olvidé nada más llegar al siguiente cruce. Tendré que tomar algún complejo vitamínico para potenciar la memoria, porque la imaginación la llevo sobrada. Eso es que me estoy haciendo viejo.

Me voy a la cama con el sonido lejano de los truenos y el aroma húmedo y fresco que arrastra la cola rezagada de la tormenta. Esto es el diluvio universal.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cony, jo si fos tu hauria deixat a la tipa esta tirada al pitjor barri de Castelló i li hauria dit "ale, entre aquí y les invita a su casa de doscientos metros"....

Unknown dijo...

ho vaig estar sopesant, però estik treballant fent-me el llit (fent la pilota d'una manera deshonrosa). Quan va pujar al cotxe ja era per a llançarla al barranc damunt dels ambrassers. Pero estik en la etapa zen i me serveix d'entrenament. Ara me vol alagana. Quaranta anys enrera unaltra gallina haguera cantat...kokorokóoo!!! ahir l'únic que va tocar la flauta va esser el mew orgull ferit.
Valensiano?...sok un judes traïnt als meus. Si fos del IRA ja estaría pulit i apagat.