viernes, septiembre 03, 2010

Y me llaman aguafiestas!!!!

Anoche, en una mesa de caballetes y tablones sumergidos en el pequeño trozo de Costa Rica que tiene mi amiga, en su casa de Eslida, he sentido la necesidad de sacar un billete destino a "Mi refugio".

Entre cocas de cebolla, tomate, chuletas de cordero asadas por otro amigo transpirado y anfitrión, y una pizza amasada por mis dedos esponjosos y abuelezcos, hemos tenido un momento tenso con mis amigos, esos que yo elegí por variados y precisos motivos.

No haré hincapié, en este caso, en el tema de la pizza porque merece un post aparte.

En esta época del año, son fiestas en casi todos los pueblos de Castellón, por lo tanto en Eslida también festejan. Esos festejos a mí me son bastante indiferentes; y el que tenga un poco de empatía lo podrá comprender. Nací en Argentina, tengo cuarenta y un floridos años y he llegado a Castellón apenas hace ocho. No digo más.

El caso es que después de cenar, jugando a adivinar películas, relatar alguna que nos hizo disfrutar como "MAry & Max", degollar una sandía roja, madura y tentadora, mi amigo dijo que debíamos votar.

Momento democrático en la mesa, pero claro, la democracia comienza por analizar qué es lo que voy a votar. Por eso, me adelanté a colar un inciso en tal importante elección y me atreví:

_ Quiero precisar que si la votación consiste en quién quiere ver al toro embolado yo no participo porque estoy totalmente en contra de ese tipo de "espectáculos".

Lo más destacable es que justamente fui tan osada para que ellos decidieran libremente, sin mi participación, ya que mi forma de pensar, en este aspecto subrayo, es muy diferente, que no superior a la de ellos.

Puedo votar un sitio donde ir a comer, puedo votar qué película ver, qué libro comprar, qué playa elegir, qué vino tomar; pero elegir entre toros o verbena al lado de toros es invotable para mí. Lo comparo con una elección tal como "¿verbena o ver como embolan al abuelo?". Soy intolerante con eso, no puedo evitarlo. Son seres vivos, no quiero jugar con su dignidad ni su integridad física.

Supongo que mis amigos me han entendido, al menos eso espero. Quisiera no ser sacudida por estos momentos. Me veo con un par de bolas de fuego en mi cabeza y gente alrededor ridiculizándome, agobiándome y sacándome de mi playa para llevarme al Empire State e internarme en un estudio del piso 83.

No sé si habré sido gráfica, lo que no quisiera es parecer violenta.

Finalmente seguimos charlando bajo una noche calurosa o acalorada, y la pregunta que aún no les hice, pero no faltará oportunidad es: ¿habrán empatizado con el torito?, ¿les habré amargado la ilusión?, ¿Esperarán al próximo embolado para ir a verlo?.

A mis amigos les adeudo la ternura decía Alberto Cortés con una voz firme y decidida. Yo digo lo mismo. Los quiero.

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