sábado, julio 01, 2006

Bombacha colorada

Vengo de nadar en la playa privada que tengo debajo de casa. Hoy viernes medio termina un mes de junio maravillosamente corto, divertido, azul. No acabo de entender este proceso interior de felicidad constante, sin altibajos, que me tiene encandilado y con la mirada extraviada ante este nuevo espacio que me rodea. Seguramente el universo de moléculas apelotonadas que componen mi estructura andarán revolucionadas activando y apagando hormonas en un proceso químico descontrolado. Tal vez esta montaña de células que identifico en el espejo cada mañana como mi reflejo no sea más que un ser extraño construído sobre los rescoldos del anterior personaje que fui. Igual ya no soy el que pienso que soy. De todas maneras no importa demasiado, sea quien sea, es lo mismo mientras esté a gusto con el envoltorio. Ya lo dijo Albert Schwaitzer, que la felicidad no es más que una mala memoria y una buena salud, aunque Pepe Sastre superó la frase citando a la misma fuente en una noche de tertulia en La Vall:

-La felicidad se basa en dos cosas: la capacidad para olvidar y la otra...no me acuerdo.

Yo no sé, pero sentía la necesidad de limpiar la carrocería y después de llegar del trabajo y ante la falta de pan he preparado un par de bocados con sendos croissants rellenos de tortilla de patata, queso blanco de Burgos untado con mayonesa al aceite de oliva y para facilitarle el paso hacia el estómago un tinto de verano delicioso y fresquito con vino tinto de tetabrick, gaseosa y el jugo de un limón. Me tumbé casi en estado comatoso sobre el sofá extendido a leer pero toda la poca sangre que me queda libre en la parte superior se empeñó en ocuparse del proceso digestivo, bajando al sótano para procesar las viandas. Me despertó a las tres horas el celular con un número privado al que no respondí. Me entró la vena corta cosas y me lancé poseído por el espíritu del Llongueras, aquel menudo señor con voz de canario afónico y que tuve hace unos años el honor de chafarle un pié cuando hacíamos los dos cola para recoger unos obsequios en una reunión celebrada en el Castillo de Pedralbes en Barcelona. Agarré primero la cuchilla de afeitar, la de las tres hojas de Gillette que mi amada utiliza para podarse en la ducha; esto lo sé porque suele estar oculta y aparcada en la repisa de los geles cuando la dejo siempre al terminar guardada en su bolso. Después no satisfecho con el resultado saqué la máquina eléctrica y me rapé la cocorota dejándola rasuradita y brillante como una pelota. Dejé el lavabo como los chorros del oro y cuatro mechoncitos que cayeron al suelo los recogí con diligente resolución lanzándolos por la taza del water. Ya sé que no es lo correcto pero que le vamos a hacer. En ese momento es cuando al verme lleno de pelusilla vi dos salidas, aclararme en la ducha y llenar todo de líneas negras o dejar mis restos biológicos en el mar. Opté por la segunda y de paso mientras hacía deporte nadando abría hueco para colocar a la noche más comida.

Me encontré con cuatro gatos en esta playa de luxe, como diría mi madre, para las alturas del verano que estamos. Me recibió un agua excepcionalmente clara y cálida, tranquila, con ese ritmo de ola plateada como una lengua inmensa que chupetea toda la orilla ondulada. Jugué un buen rato a meterme dentro y escuchar el canto del pensamiento mezclado con el chapoteo de mis extremidades chocando con la superfície. Llegué hasta el final de la escollera que cierra la ensenada artificial para recibir el sonido de la rompiente al rebasar las rocas de la punta. Salí fuera para recoger la toalla y me quedé otro momento ensimismado analizando el panorama que me ofrecía una mamá con su hijo y su culo gigante tapado con una braga colorada situada por mera casualidad a la altura de mis ojos atónitos. Ya con eso me senté sobre las piedras a reflexionar sobre la naturaleza de las cosas y el sentido de la existencia. Ya te digo que vivir en Benicassim no tiene precio. Estoy ecribiendo desde la terraza de mi casa y la tarde ya esta cayendo. Hay concentración de Harleys y los veo desde ayer pulular con desorden inquietos por toda la ciudad. Rulan como buscando algo que se les ha perdido. No paran quietos ni cinco minutos, solo el tiempo necesario para clavarse una cerveza. Estan acampados en el recinto del FIB y se acercan a el barecito que está en el Eurosol a tomar su ración. Es donde se juntan todos los domingos del año los moters de Castellón, que los ves cada día mas viejos y más ricos. Yo no sé que hacen estas criaturas.

También me ha llegado la Verito con unas gafas nuevas que no veía tres en un burro. Unas Tommy Hilfiger de montura blanca que no se diga. Le habrán costado un huevo pero no le he dicho nada al respecto y ella me ha comprado tres camisetas para que no proteste por si las moscas, y efectivamente no he dicho ni mú.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Eh XAVITO ¡¡¡¡ ESPARCIR TUS RESTOS BIOLÓGICOS A LO LARGO Y ANCHO DE TU PLAYA PRIVADA ES UN DELITO ECOLÓGICO, ESPERO QUE SEAN BIODEGRADABLES,SE TE PRACTICARA ANALITICA DE HECES Y ORINA,
QUEDA VISTO PARA SENTENCIA
marcialin