lunes, mayo 29, 2006

C.I.R.S.A. (Capítulo I)

Desde la terraza veo a mi vecino, una persona impedida, haciendo ejercicios de extensión y rotación, intenta mover sus piernas. Lleva unos aparatos de hierro que se ajustan con precintos de cuero para mantener las piernas estables. Me quedo mirando un punto fijo y recuerdo mi pasó por la Clínica de rehabilitación. Algo les había contado ya, el trabajo de mi vida.

Sentada en los bancos de espera de la recepción estaba yo con una carpeta tamaño oficio amarilla y dos o tres hojas escritas a máquina dentro, mi currículum. A mi lado había una chica con una carpeta similar, pero de un volumen al menos doce veces mayor que el mío. Su vida laboral parecía ser muy extensa. Me sentí muy chiquitita, casi sin recursos, además había llegado antes que yo. Tenía más puntos a favor. La llamaron, subió por unas escaleras de estructura metálica y escalones de madera y perdí su silueta quedándome con las uñas a medio comer. Cinco minutos después la veo bajar sonriente, su falda acampanada se movía tan graciosa como su cara cuando pasó a mi lado ganadora.

Me toca a mí. La recepcionista, vestida como una promotora de Cocacola, me pidió que subiera. Lo hice, llegué a una puerta de cristal que ponía Dirección, entro y de frente veo al Gordo José, aquel que les relaté en algunos post anteriores.

Me hizo sentar y comenzó a explicarme de qué se trataba el trabajo. Atender el teléfono, tener algunos conocimientos informáticos, poca cosa, me decía. Yo lo único que quería era trabajar. Se lo hice saber desde mi forma más humilde. Mi cabeza lo único que necesitaba era despejarse de la desvaloración que sentía desde que me había enterado que mi ex marido me había hecho cornuda. Hoy agradezco al universo que eso hubiera pasado. Me dijo poca cosa, que cuando decidieran me llamarían, y le pedí que si era un no, también me llamaran para no estar pendiente de ese trabajo. Me prometió que lo haría.

El 9 de Julio, día de la independencia Argentina, y por ende, feriado nacional, según me cuenta Olguita, mi mami, el gordo José llamó por teléfono a mi casa y le dijo que al día siguiente me presentara en ayunas al trabajo, ya que me harían un exámen pre-ocupacional para ver si estaba apta para comenzar mis tareas en la clínica.

Desde que había dejado de trabajar en el Banco, sólo me había dedicado a revolear bollos de pizza y a repulgar empanadas en la pizzería de mi papá en un pequeño local alquilado de la calle San Blas, en Villa Luro. Al día siguiente me levanté tres horas antes, tenía que llegar a las ocho, entré al baño y no salí hasta casi dos horas después de haber entrado. Sabía que al salir escucharía la misma cantinela de siempre de la voz de mi mamá.

-¡Pero Vero! ¿te sacaste los ovarios para afuera y te los limpiaste también?. No entiendo como podés tardar tanto en el baño.

Lógicamente me puse el traje chaqueta negro, algo bonito debajo y fácil de levantar para cuando me tomaran la presión y me hicieran el electrocardiograma. Llegué, pasé todas las pruebas: audiometría, radiografías, analisis y exámen médico general. El electro me lo hizo Alba, una enfermera uruguaya que hacía una semana que había entrado. Muy curiosa, me preguntó un montón de cosas, no me gustaba pero le respondí a todo. Hoy es una amiga entrañable que recuerdo constantemente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Veroooooooooooooo, no sabia que eras separada y encima ¿te pusieron los cuernos? joder... escribe sobre eso, pero tiaaaa con lo joven que eres ¿cuantas cosas tienes que contarnos?
un besazo